Muere Michael Cimino: in memoriam

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El pasado 2 de julio fallecía Michael Cimino a los 77 años de edad, aunque para el cine llevaba muerto hacía ya dos décadas, desde Sunchaser, estrenada directamente en video en 1996 recaudando unos míseros 21.000 dólares.
Bien distintos eran los horizontes a principios de los setenta, cuando él y sus compañeros de generación, Francis Ford Coppola -el “Ford” desaparecería después-, Steven Spielberg, Peter Bogdanovich, George Lucas y William Friedkin, universitarios que se habían fogueado en la televisión, irrumpieron en Hollywood transformándolo para siempre, aunando talento y rentabilidad como no se lograba desde la era dorada del studio system. Friedkin fue el primero en saltar con los bombazos French Connection y El exorcista. De las carreras de Lucas, Spielberg y Coppola poco cabe decir que no se sepa ya; Cimino debutó discretamente en este apogeo de lo que se denominó el New Hollywood vendiéndole un guión a la productora de Clint Eastwood, Malpaso. Eastwood accedió a que también se pusiera tras la cámara y el resultado fue la deliciosa Un botín de 500.000 dólares (1974), una historia de atracadores excéntricamente divertida pero todavía muy atada a las reglas del género.
1978 fue el año de El cazador. Esta obra épica, existencialista, antibelicista y salvaje, coral e introspectiva, obtuvo cinco Oscar, entre ellos mejor director y mejor película; en el canon de filmes sobre Vietnam, El cazador ocupa lugar señero junto a Apocalypse Now y Platoon, pero Cimino fue el primero y sobretodo fue el único en retratar a la clase urbana trabajadora de orígenes europeos, la base del famoso melting pot, el crisol de razas estadounidense, reclutado como carne de cañón.
La misma ambición colosal y la visión de la lucha de los extranjeros proletarios por alcanzar el sueño americano aparecen de nuevo en el siguiente proyecto de Cimino, que motivaría su abrupta caída en desgracia, la quiebra del estudio United Artists y un giro conservador en la industria, que vetó experimentalismos e impuso un estricto control financiero. Hablamos de La puerta del cielo (1980), un meta-western cuya acción abarca desde 1870 hasta 1901, obra maldita y difícil que no es posible glosar aquí en toda su complejidad y azarosísima gestación pero de la que ofrecemos cifras significativas: de un coste final de producción de 44 millones de dólares se recuperaron apenas cuatro, y de un primer montaje de 325 minutos se pasó, en sucesivas crisis, a 215 y 149 minutos (ésta fue la versión comercial española) para llegar, ya en 2005, a uno de 219 minutos y, finalmente, al “Director’s Cut” remasterizado digitalmente de 2012, de 216. Tres décadas después, Cimino reivindicaba su legado, pero en ese prolongado lapso solo había logrado dirigir cuatro títulos más, entre ellos el notable policíaco Manhattan Sur (1985) que Quentin Tarantino cita entre sus películas favoritas.
Michael Cimino, rara avis del séptimo arte, novelista, Chevalier des Arts et des Lettres por Francia, ha muerto en su cama en Beverly Hills; las noticias hablan de adicciones varias, de un deceso tranquilo acompañado de los suyos o, por el contrario, de una muerte repentina en soledad. Sea como fuere, hizo historia y valga la conocida frase de Blade Runner como respetuoso epitafio: “La luz que brilla con el doble de intensidad dura la mitad de tiempo”

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Marc Sanchís

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