‘EL SACRIFICIO DEL PEON’, JUEGO DE GUERRA

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La final del Campeonato Mundial de Ajedrez de 1972 se celebró en Reikiavik, Islandia, y fue televisada a mil millones de espectadores. Este hecho insólito e irrepetible se debió en gran medida a la excéntrica personalidad del aspirante, el norteamericano Bobby Fisher. Su oponente, el campeón soviético Boris Spassky, partía como favorito en un deporte en el que la URSS poseía un dominio indiscutible. Fischer venció, y de su tortuoso camino hacia esta victoria trata El Sacrificio del Peón, dirigida por Edward Zwick (Gloria, El Último Samurai) que se ha ido estrenando en toda Europa a lo largo de 2015, aunque no está previsto que llegue aquí.

El episodio reflejaba las tensiones de la guerra fría, con una América agotada en Vietnam –y a punto de entrar en el escándalo Watergate- que pretendía arrebatar al archienemigo comunista una de sus bazas más preciadas gracias a un joven judío de 29 años de Brooklyn. Fischer regresó de Reikiavik convertido en héroe y celebridad global, pero se volvió un paranoico ingobernable; abandonó la competición, en 1975 rehusó defender el título (que recuperaron los rusos) y en 1980 le encarcelaron por vagabundo. Vivió en Hungría, Alemania, Filipinas, Japón (donde estuvo detenido durante ocho meses bajo amenaza de deportación) y acabó asilado en Islandia, escenario de su mayor éxito, falleciendo en 2008.

El ajedrez, por la obvia razón de la escasa plasticidad del propio juego, no ha tenido demasiado predicamento en el cine, no obstante uno de los títulos más señalados lleva precisamente el nombre de Fischer; se trata de Searching for Bobby Fisher (1993), que narra las tensiones que el juego profesional puede acarrear a un niño. Fisher, como Muhammad Ali, fue la superestrella de su deporte y al igual que Ali (o, por citar un ejemplo actual, como el futbolista inglés Paul Gascoigne, que vegeta de rehabilitación en recaída) cayó víctima del éxito, de la histeria mediática y de su ego explosivo e inestable. Pero también fue el “peón sacrificado” por una sociedad que le entronizó y un país que le convirtió en símbolo propagandístico.

Zwick, especialista en grandes producciones de acción, firma una película muy correcta, un biopic académico si se quiere, pero que cuenta con el gran trabajo de Tobey Maguire quien, a sus cuarenta años, deja atrás a Spiderman y encarna un Fisher irritable, maniático y progresivamente aislado. Por su parte, Liev Schreiber (Lobezno, Ray Donovan) interpreta a Spassky con estilo sobrio y eficaz. En fin, por mor de las extrañas políticas de distribución, la TV de pago y el DVD serán el hábitat de este interesante film.

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Marc Sanchís

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