‘Brooklyn’: la brisa esmeralda

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El 26 de febrero se estrenó en España la última de las candidatas al Oscar a la mejor película, Brooklyn, y la que menos expectativas ha generado. Porque Brooklyn es un film correcto, pausado, muy británico; en este sentido, parecía idóneo para la media de edad de los miembros de la Academia, que supera la sesentena.
Ellis (Saoirse Ronan, logrando su segunda nominación a la Mejor Actriz con tan solo 21 años) es una joven irlandesa que emigra a los Estados Unidos, dejando a su madre y a su hermana Rose; el pequeño pueblo de Enniscorthy no le ofrece más horizonte que atender el colmado y evitar las habladurías. Como para millones de compatriotas antes que ella, América representa el futuro y la prosperidad, teñido de la lógica incertidumbre. Aunque lo peor del viaje de Ellis será marearse en el barco; Rose ya lo ha preparado todo y en Brooklyn la espera la amable tutela del padre Flood, que la aloja en una pensión para chicas en tránsito, le encuentra empleo y la entretiene en inocuos bailes parroquiales sin alcohol. Sobra decir que Ellis es dulce y bonita, con los ojos color esmeralda de su isla natal, el ser menos problemático que imaginarse pueda, vamos.

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Pero estamos en 1952, antes de los vuelos asequibles, cuando las cartas se demoran semanas y las conferencias telefónicas son un lujo que debe solicitarse con antelación ministerial, y a Ellis le entra una añoranza terrible que la atenaza y la deja a un tris de renunciar a la aventura americana… hasta que aparece el amor bajo la muy mundana forma de Tony (Emory Cohen) italoamericano de segunda generación, fontanero y algo patán. El romance vence a la morriña y así transcurre más de una hora de metraje, sin nada desagradable o fuera de lugar; sí cabe destacar que es de las raras ocasiones en que hemos visto un galán más bajo que su amada.
Brooklyn obtuvo un gran recibimiento en su presentación en Sundance 2015 y ha sido un éxito moderado de taquilla, pero se ignora por qué razón figuraba en la lista de los Oscar; es cierto que el drama romántico es un género habitual en la alfombra roja y que la película se ve con agrado. El problema es que no pasa de ahí, no remonta, y la -leve- tensión argumental se plantea y resuelve en los últimos veinte minutos.
Entonces ¿Es Brooklyn una película sobre la americanización del inmigrante, un viaje iniciático, la historia de la formación de una personalidad? Más bien no; el personaje de Ellis apenas cambia, y la decisión de partir ya se expresa en el diálogo inicial, sin que la empujen una pobreza lacerante o una moral asfixiante (que sí existían en la Irlanda de la época y han sido retratadas, por ejemplo, en la excelente Las hermanas de la Magdalena de Peter Mullan). Brooklyn es un film cuasi pastoral, que nos remite a una época más sencilla y afable. Pero enfrentada a la sordidez argumental de La habitación, a los tortazos apocalípticos de Mad Max y, desde luego, a los curas pedófilos y los heroicos reporteros de Spotlight, no ha tenido ninguna oportunidad en el palmarés.

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Marc Sanchís

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