Guillermo del Toro es un tipo excéntrico, el mismo lo ha dicho en alguna ocasión: Soy una especie de monstruo, me encanta la fantasía y me encanta leer. Bueno, hasta ahí todo normal, pero cuando uno entra en casa de Del Toro la cosa cambia, 500 artículos relacionados con películas de terror adornan su tétrico hogar: una réplica a escala del monstruo de Frankenstein y su novia, una estatua de Jason y los argonautas, el busto de Megan de El exorcista y aparte, unos cuantos libros de ciencia ficción, fantasía o terror, más o menos unos 9.000. Nada mal.
Nos pasa a todos, nuestra casa es lo que somos. Aunque la vida consista en no juzgar un libro por su cubierta, somos lo que tenemos. Y sé la diferencia entre recoger o acumulación es muy, muy, muy pequeña. Un tipo acaparador acumula compulsivamente mientras que el coleccionista vive a través de sus objetos, y cada uno tiene un significado. Ese soy yo. Dice Del Toro.
El director de Hellboy y El Laberinto del Fauno va a dar la oportunidad a sus fans de entrar en su mente a través de la inmensa colección de objetos que guarda en su casa. Lo hará mediante una exposición itinerante que comenzará en julio en el Museo de Arte de Los Ángeles. A partir de noviembre la colección viajará a Minneapolis, Toronto, Ciudad de México, Barcelona, Paris y Nueva York.
La exposición dedicada ahora a la obra y los monstruos de Guillermo del Toro tiene un peculiar espíritu sin igual. Sin que se haya anunciado por el momento quién será el comisario encargado de la exposición, su alcance se espera que sea todavía mayor dada la confluencia de dos mundos en este realizador: el universo cinematográfico universal del que se amamantó y el mundo hispano que le parió. Del Toro es un hombre lleno de dicotomías donde conviven Tin Tan y Cantinflas con Jack Kirby y Stan Lee; el Santo y el Blue Demon; Pedro Infante con Jorge Negrete; King Kong y Godzilla. Uno de los cuatro cineastas mexicanos más grandes en la actualidad, junto con sus amigos y compañeros Alfonso Cuarón, Alejandro González Iñárritu y el director de fotografía Emmanuel Lubezki, encabezan una generación que marcó un antes y un después en la cinematografía mexicana como han demostrado sus éxitos tanto en México como los que abrieron su carrera al resto del mundo y que en algunos casos hicieron historia en Hollywood.
Los directores somos como urracas, que vamos por el mundo robando esos pequeños tesoros dorados que hacemos nuestros y colocamos en nuestro nido para que otros lo vean, describió recientemente al periódico El País. Porque como dice Del Toro, su casa es una extensión de quién es. Y ahora la exposición del LACMA ofrecerá a todo el que quiera la posibilidad de ser su huésped.
