Diario del Cineasta

Una profesión extinguida: proyeccionista de cine

La mayoría de los cines han terminado el año pasado de dar el salto a la tecnología digital, los que no lo han hecho (muchos, especialmente los más pequeños) o han cerrado sus puertas o están a punto de hacerlo. Se trata de un proceso mundial que comenzó aproximadamente en el año 2000 y que en un margen de 15 años se ha consolidado como definitivo. Al igual que ocurre con el mundo de la música, en el que hay acérrimos defensores del tradicional sonido del vinilo frente al más limpio e impersonal del mp3, hay quien dice que la extinción del celuloide le quita personalidad a la imagen proyectada ahora en la pantalla grande. Desde un proyector digital se consigue una visión más clara y realista y un sonido muy mejorado. No obstante la verdadera causa del cambio ha sido el abaratamiento de los costos. Si una copia de película de celuloide podía llegar a costar unos 1500 euros, una digital cuesta 10 veces menos, amén de los gastos de transporte que se reducen drásticamente, ya que los rollos de celuloide son sustituidos por un disco duro del que los diversos cines van descargando las películas.

Una más de las consecuencias de todo este proceso ha sido la desaparición de una figura, quizás no muy popular, pero sí imprescindible desde que surgieron los primeros cines hasta el año pasado, es la del proyeccionista u operador cinematográfico. Actualmente cualquier persona con unos conocimientos informáticos puede preparar una proyección que prácticamente no hay que controlar, lo que permite trabajadores multitárea, algunos de los proyeccionistas se han reconvertido en taquilleros, recepcionistas o vendedores de palomitas, pero la gran mayoría han perdido su trabajo.

El oficio de proyeccionista no era una cosa sencilla, además de conocimientos sobre cine tenían que saber de mecánica y de electricidad, las películas de celuloide llegaban en rollos que el proyeccionista debía revisar y ensamblar.

La mecánica de los proyectores sufrió muy pocos cambios desde su surgimiento, las principales fueron la sustitución de los carbones que mediante su incandescencia generaban un arco voltaico, que daba origen al haz de luz que hacía posible la proyección, por lámparas de xenón, y la aparición de los platos que podían acoger hasta 4 kilómetros de película. Previamente a la aparición de los platos normalmente se combinaban dos proyectores y era una labor de filigrana la que hacía el encargado de la cabina para que el espectador no notase el paso de uno a otro.

En los años 40- 50 en España para ejercer de Proyeccionista de cine había que pasar un examen teórico práctico, se comenzaba siendo ayudante de cabina y cuando se conseguía aprobar el examen la Dirección General de Seguridad otorgaba  un carnet que acreditaba como profesional. Posteriormente estas pruebas fueron suprimidas, aunque los conocimientos necesarios seguían siendo los mismos, pues el lema de un buen proyeccionista consistía en solucionar de modo rápido y efectivo todos los problemas que pudieran surgir sin afectar al espectador y normalmente sin tener que llamar a un técnico.

Dentro de las películas que abordan el mundo del cine como protagonista hay dos fundamentales en las que la figura principal es un proyeccionista, la primera un clásico del cine mudo que tiene como protagonista a Buster Keaton, el mediometraje  El moderno Sherlock Holmes, en el que Keaton da vida a un proyeccionista de cine que ansía ser detective, se duerme durante una proyección y se convierte en el protagonista de su película dentro del sueño.

La otra película es un icono en el que de un modo mágico el mundo del cine se celebra a sí mismo narrando su propia historia, se trata de Cinema Paradiso de Giussepe Tornatore (1980), en ella Philippe Noiret interpreta a Alfredo un operador de cabina que le enseña todo lo que sabe a Totó (Jacques Perrin) un niño apasionado del cine. Escena mágica que ilustra los pelígros que entrañaba la profesión de proyeccionista, en una época en el que las películas de celuloide eran fácilmente inflamables, es la del incendio de la cabina en la que Alfredo se queda ciego. Cinema Paradiso es un canto de amor al cine como arte y como creador de sueños que rendirá siempre homenaje a aquellos que en última instancia posibilitaban que los espectadores pudieran disfrutar de él de la mejor manera posible.

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