En Argentina esta película estrenada en el festival de Sundance del año pasado se titula Atrapada en Guantánamo, en Alemania Un amor prohibido, en Brasil Marcados por la Guerra y en Francia simplemente El Guardián. Tal mezcolanza, debida a las diversas ediciones en DVD –y a la mente más o menos fantasiosa de los distribuidores- señala algunos de los temas que toca Camp X-Ray, aunque ya adelantamos que los alemanes se pasan de rosca. Camp X-Ray es el debut tras la cámara del diseñador gráfico Peter Sattler, autor asimismo del guión, y su baza principal es sin duda la presencia de Kristen Stewart (Crepúsculo, Eclipse, Luna Nueva).
Stewart interpreta a la soldado Amy Cole, que es destinada a Guantánamo, al pabellón de los “detenidos”, un eufemismo referido a los prisioneros árabes capturados después del 11-S y que llevan años encarcelados sin acusaciones ni juicio ni ninguna perspectiva de liberación. La misión de Cole consiste en vigilarles a través de mirillas, alambradas o rejas, en pesadas rondas diurnas y nocturnas, para evitar que se pasen información o que se suiciden. El trabajo resulta estresante por las provocaciones verbales –y físicas, cuando pueden- de los reclusos, pero también por la sensación general de inutilidad y frustración; en un momento dado, un oficial le dice a Amy que “su abuelo voló 25 misiones sobre Alemania y destruyó siete instalaciones nazis”; eso sí era una guerra, caray.
Uno de los prisioneros, Ali (Peyman Moaadi) empieza a hablar con la joven soldado desde el primer día y con el tiempo –y disponen de muchísimo, interminable tiempo- entablan algo parecido a una amistad. Tras ocho años encerrado, Ali anhela algún tipo de contacto humano, aunque sea bajo las draconianas condiciones del campo, mientras que Amy empieza a distanciarse de camaradas y de la postura militar oficial; el grito “Por la libertad!” con el que empiezan el día en posición de firmes al izar las barras y las estrellas se va apagando poco a poco.
Kirtsen Stewart conserva la mirada alelada y la belleza quebradiza que la convirtieron en objeto posmoderno de deseo y modelo de millones de jovencitas pero aquí esa fragilidad, esa reconcentración ensoñadora, se convierten en aspectos positivos y su interpretación –y la química que establece con Moaadi- resultan convicentes y conmovedoras. Es una pena que Camp X-Ray no se haya estrenado aquí, porque es una pequeña muy bonita película. En las antípodas ideológicas del francotirador de Clint Eastwood, por supuesto.